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Por los pelos

viernes, 1 de enero de 2010
Por los pelos
Por los pelos hacemos una cantidad de memeces que clama el cielo. Antes de seguir, aunque se podría deducir, aclarar que estoy hablando del cuero cabelludo y otros partes velludas del cuerpo; nada que vez con la frase hecha que significa por poco.
En principio, inventariemos los pelos a los que dedicamos tiempo y recursos.
1º Los de la cabeza.
2º Los de las piernas.
3º Las zonas sexuales (las clásicas a saber pitera y concha según sexos) y axilas.
4º Los de la cara, entre ellos barbas (unos a favor y otras en contra), cejas y orejas.
5º Otras excentricidades como espalda, manos, culo y nariz.
Pues bien; sin tener pelos en la lengua (frase que viene al pelo) diré que en más de una ocasión he estado preocupado por ellos. Como siempre la cuestión está en encontrar el límite entre preocupación y obsesión. ¿tanto nos va afectar a nuestra autoestima y por ende a nuestra cotidianidad social, el tener o no tener los pelos de la forma y en el lugar que desearíamos? Pues parece ser que sí. En un entorno donde las necesidades básicas están más que satisfechas no nos podemos permitir el lujo de regodearnos por ello. No señor, nos tenemos que complicar la vida en cosas como ésta.
Una mujer puede ser pudorosa o no, pero , lo que si que es seguro, a menos que sea alemana, que si está sin depilar no le mostrará su cuerpo ni al ginecólogo.
¡Cuidado!, que los hombres no os vais de vacío. Como se ha puesto de moda la cabeza rapada, la mayoría que la lleva así es porque la alopecia ha llamado a su puerta, pues parece que se sufre menos si tu frente llega hasta la nuca. Eso sí, les preocupa que su bombilluda cabeza esté pulcramente rasurada no vaya a ser que se vea, al crecer el poco pelo que queda, que más que gusto por el cráneo despejado se teme al apelativo de el calvo…ese el calvo.
Resulta que tenemos una buena mata de pelo. Estupendo…fenomenal pero…¡ahí la leche!, que me salen canas. Hecatombe total. Se asocia las canas a una enfermedad social, el envejecimiento. Que no, leches que no va por ahí el quid de la cuestión.
Le demos las vueltas que le demos, y habiendo prendas de vestir estupendas para el frío, el asunto de dejar al pelo a sus anchas debería ser lo más común. De acuerdo que no dejarlo crecer como si fuéramos cavernícolas porque estorba; menuda complicación sería llevar unas barbas como los ZZ top o un pelo como la princesa encerrada en la almena.
También he de aclarar que gracias a nuestra estupidez viven los peluqueros y esteticienes por no rizar el rizo con los productores de tintes, ceras depilatorias e instrumental de rasurado en general. Muy importantes los puestos de trabajo.
Todo esto viene porque el otro día un amigo se jactaba de que era el único que no se le veía o las entradas o la coronilla o todo a la vez. Otro contertulio muy sensible con el tema (aclara que estábamos en un bar dándole recio al privaque) le mostró sin más ni más su oscura y rizada melena de la entrepierna. A lo cuál añadió:
-Ves, este es el único pelo que no hay que perder.
La carcajada fue monumental, y no sólo de nuestra mesa sino de una de al lado llena de féminas. Fue una buena ocasión para recabar información acerca de sus costumbres depilatorias invitándolas a entrar en detalles. Como la ingesta etílica era pareja a la nuestra no se pasó del chascarrillo (que no estuvo mal). Otro día, y ya roto el hielo, conversé con una de ellas. Llegamos a algunas conclusiones.
1º Ahora las cosas son más igualitarias pues no sólo son ellas las que se preocupan. Todos iguales, bien… muy bien, pero todos esclavos del cuidado capilar.
2º La mayoría de los remedios contra la caída del pelo suelen ser eso, una tomadura de pelo.
3º Por último, si un tío o tía te gusta mucho pasas del pelo; pero cuidado, como dudes, unas piernas sin depiladas, unas canas, una coronilla franciscana o un bigotillo femenino dan al traste con el ligue. Bueno, Inés… en este tercer punto yo creo que los hombres somos más flexibles por eso de que como empieces a sacar pegas te acabas comiendo los mocos. Siempre estará peor visto la falta de delantera y el culo fofo que cuatro pelillos en un mentón femenino. ¡Qué pelo nos iba a correr si en la intimidad fuéramos tan estúpidos como en sociedad!

Mirando la nada

Mirando la nada.
En una ocasión, mientras esperaba a que abrieran un comercio, pude contemplar una escena cotidiana en cualquiera de nuestros parques. Una mujer de edad avanzada contemplaba a una pareja de adolescentes festejar su noviazgo. Tumbados en la hierba, ella exploraba el torso de él bajo la camiseta. Mientras tanto él le trabajaba con delicada parsimonia la zona del ombligo. Eran caricias inocentes, por el momento, pero todo apuntaba a que para ellos dos este suave día primaveral sería más tórrido.
La cara de la anciana, yo estaba en la otra punta del banco por lo que pude verla con todo detalle, no reflejaba un solo sentimiento sino una combinación de ellos. Sin duda, como les ocurre a los ancianos con más frecuencia, recordaba algo que le hacía evocar momentos pasados. Llegué a pensar que tenía algún vínculo con la pareja, pero ellos no parecían inmutarse por su presencia así que descarté la hipótesis.
La hora de apertura se hizo notar porque las persianas eléctricas chirriaron y como ciudadano del siglo XXI de un país cebado en el consumo atendí a su llamada. Compré algo que ya ni recuerdo. En cambio, lo que sigo recordando es aquella expresión de la abuela. La tengo clavada en la memoria. No es que sueñe con ella pero cada vez que veo un vejete que mira la nada recuerdo su expresión. Hasta aquí nada de particular; pero ¿y si por el azar un día pudiera llegar a conocer la vida de esa octogenaria?. Así ocurrió pues conversando con una persona, conocida de mi familia, de una edad parecida a la suya me relató con todo lujo de detalles un capítulo de su vida. Mis dotes interrogadoras y la extrema tendencia a ser cotilla de mi informante me llevó a enterarme de lo que a continuación relataré.
La anciana en cuestión había tenido un romance con un mozalbete tres cuartos de siglo atrás. Es evidente, a la luz de la información de mi chismosa contertulia, que la escena que presenciamos en el parque pudo haberla vivido ella misma pero claro está; no de una manera tan pública. De hecho fue descubierta por un hermano mayor y éste les propinó tal paliza, no sólo a su joven Don Juan sino también a ella, que quedó marcada física y emocionalmente. Yo no aprecié nada en su rostro aquel día pues el tiempo había sepultado los daños de su cara pero no así los de su dignidad, y este daño sí que pude percibirlo.
Durante muchos años, marcada por el deshonor, fue repudiada por los que le rodeaban y en especial por los posibles pretendientes a esposos. Recordemos que por aquel entonces la mujer en esta nuestra sacro-santa patria ( nótese mi más rabiosa e indignada ironía en esa asociación de términos) no era ni por asomo un ciudadano con igualdad de derechos. Al menos de puertas para afuera la ley , el estado y la religión , ahí no es nada, dictaba que este era un mundo de hombres. Sí, pudiera ser que muchos de esos hombres fueran muy influidos por mujeres en la sombra…pero lo que si es seguro que fue una época negra en los derechos de la mujer.¿ Habría muchas mujeres felices a pesar de todo? Seguro, pero puede ser debido a la ignorancia y el conformismo que sembraban los que manejaban el cotarro.
Nuestra anciana con el paso de los tiempos, gracias a la evolución social en este tema y su difusión en los medios, salió de su ignorancia y dejó de sentirse culpable y merecedora de aquel calvario de su juventud. Pero su conformismo ahora ha sido reemplazado por la resignación que su edad le impone. Querer recuperar el tiempo perdido genera cierta ansiedad, pero cuando las posibilidades de conseguirlo son casi nulas, provoca una sensación de impotencia brutal. Eso es lo que vi en su cara, la impotencia de resarcirse de una injusticia cuya víctima se creyó durante mucho tiempo coherentemente castigada.
Era una mujer noble. ¿Qué por qué? Su padre era conde. No, una broma tonta para quitar hierro al asunto. El tema no es para tomárselo a chunga, es más, me está costando contenerme. Noble porque cuando me levante de aquel banco en su cara había lágrimas. Mientras sonreía con la sonrisa de los derrotados, pude entender un farfullo que decía; aprovechar majos, aprovechar… Después levantó la vista y miró a la nada pues aquella imagen de amor le hacía sentirse tan tardíamente viva que la muerte debió ser eso…el no poder ya hacer nada al respecto.

Aparición de un conejo

Aparición de un conejo.
Andaba echando unas horas como portero eventual, cuando acaeció el siguiente suceso:
Paseando por el patio ajardinado de una comunidad de vecinos, 7 portales siendo 4 de ellos de 9 pisos y el resto de 5, en un barrio con población heterogénea de clase media. Vamos, que ni un suburbio ni un geto de gente con dinero, un lugar común y corriente. Con el paso y la postura de aquel que anda sin intención de llegar a ningún sitio topé con un conejo. No es que el lugar sea pródigo en fauna salvaje, con excepción de los mosquitos estivales, sino que por alguna causa alguien había arrojado allí un conejo listo para asar. Si, si…despellejado y abierto en canal. Como eran fechas de celebración, navidades, deduje que a algún vecino no le complacía el menú y optó por tirarlo por la ventana.
Espero que no siga con estas soluciones tan defenestrativas pues si me sorprendió el conejo no quiero ni pensar lo que sería encontrarse una suegra o un sobrino impertinente despanzurrado en el suelo. Los sentimientos navideños no son siempre como nos los pintan los de turrones El Almendro (vuelve , a casa vuelve para plaitear). Ojo, localismo al canto; plaitear significa discutir.
Procedí al levantamiento del cadáver, pues no hacía falta autopsia, y a depositarlo fuera de la zona de esparcimiento (de los vecinos se entiende). En ello estaba cuando fui sorprendido por una madre y su hija, vecinas del inmueble.
-¡Qué asco!¿qué es eso?.- preguntó la niña repollo.
-Un conejo.- respondí.
La madre me miraba con una mezcla de curiosidad y reparo. Seguí andando y no di más explicación.
Dejé el cuerpo al otro lado de la acera, sobre un pequeño muro que me separaba un río. Pensé que al menos los gatos cenarían opíparamente.
De vuelta a la garita del portero, desde donde podía contemplar el cuerpo del conejo, me puse en actitud de estanbai (stand by o como se escriba para los técnicos). Ese es uno de los trucos de mi oficio, el estar pero sin ser. Así pasé unos 15 minutos. Pero, algo me sacó de mi profesional letargo. De repente el conejo se movía. Lo que me faltaba, zombies a estas alturas. Como si no hubiese bastante con los yonkis del río. Me levanté raudo y veloz para ver algo que lo explicase. Cuando llegué y me asomé al muro, pues el conejo ya no estaba sobre éste, lo que ví me dejó…no se describirlo. Yo esperaba gatos, a lo sumo un perro o como mucho ratas. Pero no, era peor. Se trataba de un ser humano, pequeño y andrajoso pero un ser humano.. Sonriente andaba por la ribera del río con su trofeo. Retrocedí dos pasos para que no me viera pues el muro no tendría más de metro y medio de altura. Al cabo de 200 metros se detuvo junto a un carro de supermercado donde llevaba sus pertenencias.
Como no puedo dejar la urbanización, pues somos como los perros encadenados, volví a la garita.
Al cabo de un rato ví una pequeña columna de humo en el río. Me asomé al muro y creo que lo que allí había eran los preparativos para una buena cena a base de conejo. Ahora eran dos las personas alrededor de la hoguera. Me sentí feliz y a la vez culpable; culpable por ser un bien cebado mientras hay gente que come en esas condiciones.
La felicidad no duró mucho rato pues algún vecino había avisado a la policía al ver humo en el río. Por suerte, los policías sólo estuvieron un rato conversando y se marcharon. Eso sí se aseguraron de que la hoguera estuviese controlada. Ya no salía humo, pero parece que no frustraron el banquete.
Me gustaría a mi saber que pensaría el vecino que avisó a la policía de aquel que arrojó el conejo a las zonas comunes de la urbanización. ¿qué es lo peligroso, una minúscula hoguera junto al lecho árido de un río o un estúpido que tira la comida (que ya es bastante feo el gesto en si) donde le viene en gana?
Una de las cosas duras de mi trabajo es que , aunque no quieras, observas a la gente con actitudes tan deplorables. Por eso, prefiero ser portero en lugares donde no se esté de cara al público aunque sea más peligroso y aburrido.