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Escuchando el silencio

martes, 8 de diciembre de 2009
Escuchando el silencio.
No es ninguna paradoja, ¿o si?. Sentado en mi puesto de trabajo a altas horas de la noche, como mi condición de portero obliga, escucho la sinfonía de ruidos que surgen a mi alrededor.
El grupo de sonidos más abundantes aunque repentinos son los provocados por la contracción de los elementos metálicos , sobre todo de la techumbre de la nave. Vienen a darse cuando la temperatura exterior empieza a caer.
Otro grupo de sonidos son los pertenecientes al tráfico rodado. Empiezan a ser escasa su aparición conforme avanza la noche. Su sonido es variable y depende del vehículo que los produce. La madrugada del domingo suelen ser camiones mientras que los sábados son coches rápidos que regresan a los pueblos de la periferia.
Por último , y este grupo suele ser constante, describir el sonido uniforme de las reactancias de la iluminación de la nave. Ronroneo constante que el cerebro acaba por ignorar. Suele tratarse siempre de la misma lámpara.
Bien , hasta aquí todo común y real pero… Una persona sola en una inmensa nave industrial , que dicho sea de paso no es un fortín inexpugnable , con un poco de imaginación y ganas de sugestionarse puede convertirse en un terrorífico auditorio. Empecemos:
Los gatos en celo emiten un maullido similar al llanto de un niño.
El aire ulula entre alguna chapa de la ventilación como los lamentos de un leproso que baila break-dance.
El abrir y cerrar, también por el aire de una puerta lejana de la sala de compresores. Esos mismos que de vez en cuando exhalan su cautivo resuello por cualquier salida del circuito de aire comprimido.
Tenemos pues todo una suerte de lamentos , susurros y chirridos que podrían ser los escuchados en cualquier sala de tormento de la edad media (o de Mosaf, la CIA o alguna otra cuadrilla de indeseables). Sólo necesitamos un poco de imaginación para eso. Pero, nos falta el plato fuerte; la sugestión.
Al otro lado de la carretera, fuera del polígono hay un corral con cabras y ovejas. Una cabra, y negra para mayor efecto, ha escapado y se pasea junto a la puerta de la nave. En un momento determinado, con los cuernos golpea suavemente en ella. La chapa retumba y el eco de la nave hace el resto. Alarmado voy a abrir la puerta siguiente (por sentido común no se abre la puerta donde se oye el ruido) de la larga pared de la nave con el exterior. Oigo pasos, como de botas, y empiezo a ponerme nervioso. Abro la puerta y a unos cinco o seis metros esta la cabra negra mirándome. Por un momento me tranquilizo al darme cuenta de que no se trata de un ser humano. Cierro la puerta y cuando he dado unos pasos, unos 30, dentro de la nave oigo un grito y una risa estruendosa. Esta vez estoy seguro que es humana. ¿ y si no es humana? ¿de una cabra? ¡Joder, EL DIABLO! . En esos momentos no se si correr, dibujar un pentágono en el suelo o llamar a la guardia civil. En el éxtasis de mi propia sugestión ,todos los ruidos antes descritos y con una explicación plausible, se tornan fantasmagóricos gorjeos de espectros sedientos de sangre de currante (vamos como un trabajador de ETT en un aquelarre de la CEOE). Bueno, las siglas; ETT es empresa de trabajo temporal que en cristiano viene a ser la figura legal de la más alta precariedad laboral y CEOE es la confederación de empresarios españoles (que sospechosamente se parecen a CEE, conferencia episcopal española, y estos aún dan más canguelo).
Volviendo al terror por sugestión y dejando para otro día el terror de verdad, me encontré agarrotado por el miedo y allí me quedé hasta que pude oír un ruido que me rescató del bloqueo. Se trataba del característico sonido del motor de una Citroen C15. El diablo no va en furgoneta, ¿pa qué?. Me lo confirmó además las palabras del que luego identifiqué como un pastor, que venían a ser poco más o menos:
- ¡me cagüen la cabra de los cojones donde ha ido a parar!.
Volví sobre mis pasos, abrí la puerta y al comprobar las dificultades del pastor para meterla en su furgoneta me empecé a reír, sobre todo de alivio. Ese matiz no lo captó el pastor , pues no se pudo imaginar mi experiencia de hace unos segundos, y me espetó con enojo:
- ¡ para escojonarte mejor te metes dentro…o me echas una mano!
Salí y acorralamos a la cabra. Con un trozo de cuerda y un palo, nada que vez con un vaquero de Texas, trincó a la cabra por el cuello y al fin la metió en el coche. Me dio las gracias, me ofreció tabaco que rechacé, y se marchó.
Cerré la puerta tras de mí y mientras repetía con cierta sorna, el diablo, el diablo… por el rabillo del ojo algo me dejó pasmado. Una sombra, con aspecto humano se movía tras una carretilla. Mi cuerpo se inundó de adrenalina. Pero de nuevo había quedado como un gabacho; significa cobarde aunque también Francés…es un significado acuñado creo a tenor de cierta guerra. Se trataba de un buzo (conocido también como mono de trabajo) que alguien había dejado olvidado y que por efecto del aire se había movido. Cansado de tanto sobresalto me puse a leer un rato, eso si, no era Lovecraft ni Poe por supuesto.
Así que si el silencio no te reconforta haz tú tus propios ruidos, no vaya a ser que te sugestiones y acabe pagándolo tu ropa interior.

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