Antes de nada, cuidadín con sacar la conclusión equivocada; que el escaqueo, el escurrir el bulto o el ser informal no debe ser la máxima de nuestra vida. Aquí pretendo comentar una serie de excepciones, que si bien es cierto no hay que propiciarlas llegado el momento debemos aprovechar la ocasión.
¿ocasión de qué? Pues de parar en seco nuestra rutina cuando a uno mismo le venga en gana. Puede que incurramos en comportamientos como mínimo incoherentes con lo que de nosotros se espera. Pero, ¿quién lo espera? Pues aquellos a los que hemos reconocido la capacidad de juzgarnos, no siempre en base a criterios lógicos por desgracia, o simplemente aquellos que detentan poder frente a nosotros. Por ello el no cumplir las expectativas de estos dos colectivos entraña un riesgo esta claro, pero… ¿es asumible?¿merecerá la pena correrlo?. Bien; lo que a veces nos hace sentirnos nuestros propios dueños, y que coste que hay gente por ahí que tiene de todo menos a si mismos, es no plantearse las preguntas anteriores y liarse la manta a la cabeza. Ya que andamos hablando de mantas cuento un caso que viene al pelo.
Una mañana cualquiera de un día laborable suena el despertador. Mi mano ya estaba preparada para apagarlo. Lo miro y de repente sonrío, comportamiento inusual en mí a esas horas. Esto me dejó perplejo pues aunque conscientemente no sabía nada de lo que ocurriría después, ya había algo en mi inconsciente cociéndose. Me levanté, rascadita típica del sexo masculino (sin detalles) y caminé taciturno hacia el baño. Aseo y desayuno. En el desayuno la cosa empezó a apuntar maneras; pasé olímpicamente de mi tasa de colesterol y triglicéridos con un par de huevos fritos y lo que pesqué por el refrigerador. ¡Si es que estuve tentado de desayunar con vino!. Salí a la calle con intención de tomar el bus para ir al trabajo pero…me daba la impresión de llevar los zapatos de plomo. Cuando por fin llegué a la parada dejé que el siguiente autobús pasase. Me senté e hice lo propio con los otros dos que llegaron más tarde.
Como no es cuestión de putear al jefe sin más ni más (bueno, en algunas ocasiones…dejémoslo) llamé para avisar de que estaba indispuesto. Mentí, aunque sólo a medias pues más que indispuesto lo que no estaba dispuesto era a vender (barata por cierto) aquella mañana. Era mía. No podía explicar el porqué hoy precisamente pero lo tenía claro. Permanecí en la parada del bus por espacio de tres horas. Reconozco que al final me aburría un poco pero me negaba a hacer nada establecido de antemano. Una vez abandonada la marquesina de la línea cuarenta vagué por el barrio, sin rumbo. Me sentía tremendamente reconfortado y empezaba a surgir en mí ese sentimiento de victoria propio de los que se salen con la suya. Volví a casa y di por concluidas las vacaciones más breves de las que he disfrutado. Me sentía mucho más descansado que en otras ocasiones donde el relax había sido meticulosamente planeado y ejecutado durantes días. El día trascurrió sin nada destacable que reseñar. Sabía que mañana tendría sentimiento de culpa ( que pena me doy por eso) y mentiría cobardemente en el trabajo, pues lo único bueno de ciertas mentiras es que son prácticas a corto plazo para evitar conflictos. A largo plazo las hay que te ocasionan más y mayores contratiempos pero…ahí que vamos.
Esto fue lo acaecido a un ciudadano adulto, plenamente integrado en su entorno y educado en la dignidad del esfuerzo en el trabajo. Y entonces yo me pregunto:
¿qué le puede llegar a ocurrir a un adolescente que ni es adulto, ni está del todo integrado y que está siendo educado en la cultura del pelotazo (cultura donde triunfa el más caradura o más violento)?
Hoy he visto haciendo novillos (faltando a clase) a tres adolescentes. Me he sentido mal pero me he sentido vivo. Lo de sentirse vivo creo haberlo explicado ya y lo de sentirme mal…pues no me lo explico. Quizá tenga algo que vez que ya no tengo trabajo. No fue porque al final mi mentira fuera descubierta sino porque mis servicios dejaron de ser necesarios, mejor dicho rentables. Me he prometido a mí mismo que el próximo trabajo que tenga tendré la posibilidad de hacer lo mismo que esos adolescentes, eso sí sin tener que mentir. Dichoso trabajo; sin él parecemos vacíos (al menos nuestra cuenta corriente que es por lo que trabajamos en el fondo la mayoría), y con él somos bastante menos libres de lo que nos hacen creer. Con trabajo (y sueldo se entiende) tienes la posibilidad de poseer bienes y servicios pero eso sí, tu tiempo ya no es tuyo. Este tipo de tratos son los que te plantea la sociedad del bienestar. Por eso, si algún día decides ser un absentista que sepas que estas incurriendo en un comportamiento antisocial. Y como dicen que el hombre es un ser social pues entonces… o eres libre o eres hombre. Es más, ni siquiera los que mandan pueden escaquearse de hacerlo. El poder los atrae y esclaviza. Nadie está a gusto, bueno sí; aquellos que creen que su trabajo los hace libres. No sé donde leí esta frase pero desde luego dice mucho del que la escribió y del lugar donde lo hizo.

1 comentarios:
Ya me acuerdo donde lo leí;
“Arbeit macht frei". El trabajo os hará libres figuraba en la puerta de Auschwitz. Para quién no se acuerde, como por ejemplo alguno de los que hoy mandan el genocidio contra palestina, es (perdón era) un campo de concentración nazi.
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